sábado, 22 de mayo de 2010

India y Nepal

Estamos en India con la intención de quedarnos un mes y visitar también Nepal, hacia donde nos dirigimos ahora.
Voy a intentar seguir el diario de la India (que lo subiremos más adelante) que ya empecé hace tres años pero con más datos prácticos.
India nunca deja de impresionar. El olor, la muchedumbre y esa cierta inseguridad siempre te sorprenden al llegar.
Llegamos el día 17 a las 7:00 de la mañana a Bombay. La ciudad está formada por siete islas. Nos encontramos en Bombay sur, que es una isla bastante grande.
Su forma es decreciente hasta llegar a la zona de la puerta de la India. Y para hacernos una idea, aunque no muy cierta, la pobreza aumenta de sur a norte partiendo desde esta puerta. Nosotros estamos en la parte más rica.
El aeropuerto está al norte. De modo que la hora y media en taxi de camino al sur es una magnífica oportunidad para ver cómo se organiza la ciudad.
Bombay tiene 16 millones de habitantes, sobre 22.000 habitantes por km2. Para hacernos una idea en toda españa somos 45 millones. Es fácil imaginar el nivel de hacinamiento en el que se encuentran. Bombay cuenta con los suburbios más grandes y más pobres de Asia. Y a su vez con todas las tonterías que envuelven a Bollywood y sus películas, mezcla entre musical, telenovela y película de acción malísima. En definitiva todo lo que no es India, al menos en su inmensa mayoría.
Ya desde al avión impresiona la gran extensión que ocupan los suburbios. Cada hueco libre que queda es aprovechado para montar un conjunto de chabolas tan juntas unas de otras que parecen una sola. En algunos lugares se puede distinguir un edificio de nueva construcción en medio de las chabolas. Supongo que es un intento por aliviar la zona pero la realidad es que el edificio se llena y las chabolas no desaparecen de su alrededor. De modo que se convertirá en chabolismo en altura agravando el problema.
La sensación que da en general es que esto no puede terminar bien. Está claro que nuestros modelos actuales de ciudad no son capaces de gestionar estas nuevas macrociudades de una forma sostenible y saludable. No solo Bombay, muchas ciudades de Asia están creciendo a ritmos vertiginosos y no hay manera de solucionar el problema poniéndoles parches y dejando que las cosas crezcan sin control.
Bombay es una ciudad que refleja muy bien a un país que intenta evolucionar dando la espalda al 80% de su población que solo aspira a sobrevivir.
Una cosa que no cambia, es que por mucho que te creas que sabes todas sus artimañas siempre te cuelan alguna. Nada más llegar al aeropuerto fuimos a la oficina de prepago para coger el taxi. En nuestra guía de 2004 ponía que eran 300 rupias, como el cambio ahora es mucho más favorable, 67 rupias por euro frente a las 53 de entonces era de esperar que los precios subieran. La mujer nos dijo 380 y nos pareció bien. Luego al mirar la hoja vimos que había escrito 350 ya que ese papel lo revisan al salir del aeropuerto. Nos coló 30 rupias de la manera más tonta posible.

Lo bueno del pre-paid es que te suelen llevar donde quieres y no te marean mucho. Fuimos al albergue más barato de la guía como siempre. Pero en este caso el precio era muy diferente, 700 con opción a regateo frente a las 450 de la guía. Como no nos apetecía regatear nos fuimos en busca del Salvation Army, que tiene pinta de ser una serie de albergues fruto de alguna misión cristiana y que ya conocíamos por nuestra estancia en Calcuta. Aquí el precio esta puesto a la entrada 600 rupias la doble con 3 comidas diarias. Así que no hace falta regatear y el precio es muy bueno. Se nota porque al entrar no tienen ninguna prisa en atenderte. Señal de que suelen tener clientes.

Salimos de Katmandú en un día clave. Ya que se acababa de elegir ese mismo día al primer presidente de la nueva republica y el ambiente estaba muy agitado, con mucha presencia policial y militar.

Y es que para el que no esté al corriente, la política nepalesa no termina de estabilizarse nunca. Hace no mucho dieron un paso muy importante al quitar del gobierno a su corrupto rey y crear una republica. Era el primer paso para terminar con el otro gran problema de Nepal. La guerrilla maoista y sus abusos.
Hubo elecciones democráticas de las que surgió el parlamento formado por nada menos que 25 partidos y en las que salió elegido como primer ministro un miembro del partido comunista maoista. Que en principio con la restauración de la democracia daban por terminada su particular lucha.

El problema ha venido luego. EL presidente es elegido por el parlamento, no por el pueblo, y ha salido un miembro del partido democrático. Así que los maoistas han dicho que si no sale uno de sus miembros dejan el parlamento y vuelven a las guerrillas.

Por si fuera poco, el vicepresidente es del Terai, que es la franja nepalesa en contacto con india con un 50% de la población de Nepal y en la que rondan aires independentistas para unirse a India. Así que le ha dado por hablar públicamente en hindi en lugar de en nepalí o en su lengua regional... de modo que está generando manifestaciones y demás ya que no les hace ninguna gracia y encima se rumorea que está subvencionado por India... en fin...

Aun hay más... al segundo día de las elecciones presidenciales, los estudiantes se han puesto en huelga para pedir más ayudas con el transporte y han cortado todas las carreteras del país. No sé cómo va el tema pero aun siguen, de hecho ya veremos si podemos movernos...

Y es que aunque Nepal es un país impresionante en todos los sentidos, siempre pasa algo, sobretodo si vas en sus famosos autobuses. Salimos de Katmandú hacia la reserva natural de Chitwan que se encuentra en el Terai. A mitad camino nos quedamos parados, parece ser que habían atropellado a una niña y el conductor se había dado a la fuga, así que la policía decidió cortar todas las carreteras de la zona hasta que apareciera el culpable. Y lo curioso es que parece que el método les funciono.

Llegamos a Chitwan donde teníamos contratada la turistada del viaje. Un paquete de dos días y dos noches en un buen hotel y con todo tipo de actividades. Nos costó todo 36 euros por cabeza, creo que es un buen precio.

El plato fuerte era el safari de dos horas en elefante por la jungla en el que se supone que veríamos entre otras cosas rinocerontes y posiblemente algún tigre. No vimos... pero los monos, gacelas, jabalíes y demás resultaron también muy interesantes. Al menos, no ver al rinoceronte fue una excusa para que nos dejaran repetir al día siguiente.
Lo mejor de todo fue ver como se desenvolvía el elefante en la jungla. Le daban igual ríos, troncos, barrizales, subidas y bajadas. Si encontraba un tronco, ni se inmutaba, seguía andando y el tronco se rompía como si nada... Además nos sorprendió muchísimo cuando se nos cayó una chancla y tras unas palabras del cuidador, se giró, la cogió con la trompa y nos la dio en la mano.

Sin duda lo mejor vino luego. Fuimos a bañarnos con los elefantes. Disfrutamos muchísimo porque además ellos parecían pasárselo bien. Pudimos ver lo dura que es su piel, que hay que frotarla con una piedra y con todas tus fuerzas para lavarlo, sin que el elefante se inmute. La verdad es que impresionan muchísimo por su tamaño y fuerza, no me quiero ni imaginar a los africanos. A mí me produjeron mucho respeto, yo no me atrevería a zurrarles ni llevarles la contraria.
Hay que verlo todo dentro de contexto, en la zona de cría, pudimos ver como a cada elefante al nacer se le asignan un número de personas uno de los cuales será el que le eduque y cree mayor vínculo. Se establece una fuerte relación entre ambos ya que los primeros meses el cuidador duerme con él.

El resto de actividades fueron ir a ver un baile tradicional de la zona y otro safari de dos partes, una en canoa y otra a pie. Aquí la idea era ver las 2 clases de cocodrilos del lugar. El único cocodrilo grande que vimos fue al ir a subir a las canoas. Estaba al lado ya que en la playita de embarque rondaba un perro callejero que por lo visto ya le habían lanzado por la mañana.
Durante el paseo solo vimos algunos cocodrilos pequeños y tortugas. Y la verdad yo prefería no ver a los grandes, ya que sentados en la canoa estábamos a unos 10 cm del agua y no parecía muy estable. De hecho terminas con dolor de espalda de estar equilibrando el peso.


De Chitwan fuimos a Pokhara. Un viaje que en principio debía ser de 4 horas se convirtió en 9 ya que nos pilló de lleno la huelga de estudiantes. Se ponían en cada pueblo paralizando el tráfico de modo que era imposible avanzar. Aquí intentamos de todo para salir, al menos gracias a Manish que conocía al jefe de policía de la zona pudimos llegar al pueblo y comer algo.
Finalmente pudimos empezar a movernos aunque con dificultad, ya que un conductor había pegado a un estudiante y estos iban entrando en cada vehículo registrándolo todo para que no se escapara.

La entrada a Pokhara tampoco fue fácil. Debido a las subidas de precio del petróleo, este escasea y se hacen colas de hasta 12 horas para llenar el depósito, produciendo embotellamientos en los alrededores de las gasolineras. Y es que no en todos los lugares del mundo se viven igual las crisis. En un país como Nepal que el petróleo encarezca no supone una simple subida de precios.

Entre Chitwan y el trekking visitamos un poco Pokhara. Estuvo muy bien porque hicimos las visitas que hacen los nepalís cuando van. Entre otras cosas fuimos a ver un templo en el que Manish estuvo rezando y haciendo las ofrendas típicas y al que luego entramos. Al entrar con el nos sentimos parte del rito y la verdad es que la experiencia me gusto mucho. Nepal es un país en el que todo el mundo tiene muy presente su religión y se nota en el ambiente.

Al día siguiente empezamos el trekking. La idea era hacer 6 días. Seguir la ruta del trekking de Jomsom hasta Poon hill y de ahí desviarnos para bajar por el trekking del campo base del Annapurna. Supongo que para alguien preparado esto no supone nada, pero lo cierto es que el primer día fue agotador. No planificamos bien el tema de las mochilas y yo llevaba demasiado peso, entre 10 y 11 kilos cuando debería haber llevado 7,5. El caso es que la primera jornada era la más dura. Fue un ascenso de 900 metros sin descanso. Al principio parecía que todo iba bien, además nos paramos a darnos un bañito y todo.


El segundo día fue muy relajado en comparación, porque aunque también fue de subida lo hicimos todo en 5 horas. Dormimos en Ghorapani y al día siguiente seguimos subiendo hasta el punto más alto de nuestro trekking a unos 3200 metros. Este día fue también muy duro porque no paró de llover y esto provocó que salieran montones de sanguijuelas.
Estos caminos que seguimos son muy antiguos y son más o menos fáciles de seguir. El abuelo de nuestro guía ya los utilizaba para subir arroz hasta Jomsom a 5000 y pico metros y bajar sal. Están formados por piedras planas colocadas a modo de escalones irregulares. Pero durante la tercera jornada fuimos por bosques en el que los escalones estaban formados por las mismas raíces de los árboles, es decir el terreno era hierba baja y barro. Y éste es el hábitat idóneo para las sanguijuelas. Tuvimos que ir haciendo altos en el camino para quitarnos las botas y sacarnos todas las que entraban. Aunque parece que los calcetines buenos no los atraviesan fácilmente el problema es que no notas la mordedura y que si te descuidas te suben por las piernas. Esta misma mañana la dueña del albergue donde dormimos nos dijo que mejor lleváramos pantalón corto para verlas subir porque les gustaba acomodarse en el culo.
Mas gracioso fue cuando Manish se encontró una en la ingle en dirección a sus partes porque empezó a llamar a gritar histérico para que le tiraran sal y de la risa que nos entró no podíamos reaccionar.
Al final no se por donde subían pero teníamos hasta en el cuello.

Decidimos hacer ese día dos jornadas en una llegando a Ghandruk. No sé si era porque si vas rápido suben menos sanguijuelas, porque había riesgo de desprendimientos o por miedo a que se hiciera de noche pero el guía iba corriendo. Realmente estábamos más cerca de ir al trote que de andar rápido. Porque a lo de ir corriendo hay que sumar que al estar en época de monzón prácticamente siempre andábamos por agua, incluso a veces nos cubría las botas, y parecía muy fácil resbalarse. Una zona en concreto la tuvimos que bajar casi de culo porque era imposible mantenerse de pie.


No hubo ninguna caída peligrosa. Aunque sí unos cuantos resbalones.

Dormimos en Ghandruk con vistas a los Anapurna, aunque solo los vimos al amanecer porque estaba nublado.

Al día siguiente decidimos coger un camino distinto que acortaba la ruta. De modo que la terminamos en 4 días para poder volver a Katmandú y ver algo más.

Ese día salió soleado y la bajada fue muy bonita. Además ya habíamos hecho amistad con el guía que hasta se bañó en una cascada con nosotros. La verdad es que nos estuvo contando bastantes cosas de Nepal, ya que estaba metido en política y el tema de los maoistas le pillaba muy de cerca. Y es que aunque ya forman parte del parlamento siguen obligando a pagar. En cada pueblo por el que pasamos Manish y el guía debían pagar un tributo.

Los lugares en los que te alojabas solían hacer las veces de casa de los dueños y sus familias. Así que pudimos ver cómo funcionaban e incluso jugar con algunos niños. Yo pude aprovechar este acercamiento para hacer retratos de las comunidades sherpas que me hacía bastante ilusión. Así que aunque no estoy haciendo todas las fotos que me gustaría, cada una de las que tengo es un recuerdo ya que hizo falta un acercamiento previo. Es muy comentado el poco respeto que muestran algunos turistas al fotografiar a los lugareños ya que muchas de sus actividades intimas las realizan al aire libre lo cual no significa que podamos fotografiarlas. Esto es mucho más aparente en otros lugares como en India donde la gente se ducha en la calle o en Katmandú y Varanasi con sus cremaciones. Si lo pensamos bien a nadie le gustaría que le hicieran fotos en estos momentos, ya contaremos más adelante como la gente hace fotos sin problemas en las cremaciones como si ellos soportaran que fotografiaran a algún familiar suyo en el entierro.

Volvimos a Pokhara en un incomodo viaje arriba de un autobús donde nos quemamos al sol pero desde donde las vistas eran inmejorables.

De vuelta en Katmandú hicimos algunas visitas muy interesantes como la de Pashupatinath que es donde se realizan los crematorios que comentaba y en el que hice unos retratos de sadhus.
También fuimos a ver el templo de los monos. Al que menos mal que llegamos antes que los turistas de grupos organizados. Justo antes habíamos estado intentando comprar un poco. Unos días atrás estuvimos comprando collares y ya sabíamos más o menos el precio. Aquí no quisieron bajarnos de un precio 10 veces superior al que habíamos pagado antes, perdiendo así la venta. Al rato llegó un grupo de turistas españoles y lo entendimos todo. Ni siquiera les pedían en rupias directamente algunos pagaban hasta 7 euros por pulseras que deberían costar menos de 1. Esta práctica se está extendiendo tanto que nos ha resultado bastante difícil comprar ya que después de estas ventas no les importa no vender con poco beneficio. Así que no hemos comprado mucho. Las únicas oportunidades de comprar a buen precio era siendo los primeros o los últimos en entrar a las tiendas ya que les supone mala suerte perder la primera o ultima venta. Y aun así nunca estábamos menos de una hora regateando.

La verdad es que el paso de la frontera hacia Calcuta será una de las cosas que más recordemos de este viaje. Decidimos ir en autobús hasta la frontera y luego ya en India coger un tren hasta Calcuta que era la forma más barata. Contratamos todo a la vez con una agencia a la que nos llevo Manish y aunque todo era correcto y estaba más o menos claro todo hubiera sido más fácil de haber sabido nepalí.
El viaje comenzó con una carrera de media hora a oscuras por Katmandú ya que llegábamos tarde y por ahorrar energía cada día de la semana una zona se queda a oscuras por la noche. Si no llegamos a ir con Manish no hubiéramos encontrado la salida del autobús ya que todo estaba muy hecho a su medida, es decir un caos. Nos despedimos de ellos y empezamos un largo trayecto de 11 horas en bus hasta Birjung en la frontera. Pasamos toda la noche vomitando y encima va y llegamos 2 horas antes que aunque fue un alivio para nuestros estómagos eran las 4 de la mañana y Birgunj es poco más que un poblacho. Allí teníamos que llegar a una guest house del dueño de la agencia que contratamos, donde descansaríamos hasta la hora del tren.
Pues bien, al bajar solo había ciclorickshaws, es decir una carreta tirada por una bici. Y ninguno de los conductores entendía inglés, además en todo el pueblo no había un letrero que no estuviera en nepalí, era imposible saber donde estábamos. Parecía que nuestro conductor conocía la guest house, pero no. Se creía que estaba en India y casi nos pasa la frontera. Encima se le estropeaba el pedal en los momentos más inoportunos. Estábamos en medio del pueblo a oscuras rodeados de gente y vacas durmiendo en el suelo. Yo solo esperaba que no se despertaran porque la situación era muy extraña.
Intentamos preguntar un par de veces pero nadie sabía dónde estaba la guest house. Al final a punto de pasar la frontera nos paro un guardia y de casualidad al dar la vuelta vimos el letrero.
Teníamos 5 horas hasta la salida del tren así que aun tuvimos que discutir por un cuarto. Daba muchísimo asco, pero de eso ya nos dimos cuenta luego. Estábamos tan cansados y desmayados que caímos redondos directamente sobre el mohoso colchón.
Descansamos una hora y media y salimos hacia la frontera. Esta vez en una carreta tirada por un burro, super auténtico. Y es que no parecían existir ni los coches ni el asfalto en ese pueblo. Yo tenía la sensación de que éramos los únicos occidentales a muchos kilómetros a la redonda. Pero en la frontera nepalí encontramos a otro occidental en dirección contraria. No sé muy bien de que nacionalidad pero parecía igual de cansado que nosotros. Me preguntó que tal el camino hacia Katmandú, creo que no llegue ni a contestarle. Estaba demasiado pendiente de las mochilas que se habían quedado en el carro mientras nos cuñaban los pasaportes. Se me debía de notar la preocupación porque un policía no paraba de decirme que estuviera tranquilo que aun no estaba en India. Lo cual no me tranquilizo demasiado.
Pasando un largo puente se llegaba a la frontera india. Incluso aquí tuvimos sobresaltos y es que estábamos en una frontera un poco peculiar. Y este siempre es un punto muy delicado y más en India. Así que se nos vinieron encima un grupo de militares gritando para que no hiciéramos fotos.
Tras todo este periplo llegamos a Raxaul en el lado Indio y ya cogimos el tren de 20 horas hasta Calcuta.
Calcuta sigue exactamente igual o mejor que hace 3 años. Sus cosas buenas seguían ahí y las no tan buenas eran menos evidentes. A mi concretamente es una ciudad que me encanta aunque a veces me llega a desesperar. Y es que al contrario de lo que normalmente se piensa, Calcuta no es una ciudad sumida en la miseria si no que se respira un ambiente civilizado y culto.
Los conductores de autorickshaws siguen estando locos y el pito sigue siendo la manera que tienen los conductores de avisar cada segundo de que están ahí. Pero la ciudad se ve mucho más limpia en cuanto a montones de basura. El de sudder str ya no existe y además de haber menos pobres en esta calle son mucho menos pesados.
Llegamos muy pronto por la mañana y fuimos directos al Paragon hotel, la guest house en la que me alojé hace 3 años.

El Paragon sigue igual de cutre y lleno que siempre. Los dibujos que los viajeros han ido dejando en sus paredes perduraran hasta que se caiga ya que no parece que tengan ningún interés en ni siquiera limpiarlas. Pero es una de las gracias de este sitio. Esa noche nos tocó el cuarto del retrato de John Lenon.
Tenia idea de volver a Prem dam a ver si seguía allí alguno de los antiguos enfermos. Pero la verdad es que el entorno que rodea el voluntariado de la madre teresa cada vez tiene menos que ver conmigo. Yo recuerdo Calcuta con cariño por los voluntarios que allí conocí. Casi todos más mayores que yo y que viajaban en general solos. Cada uno más volcado que el anterior y muy críticos con todo lo que les rodeaba.
Aunque no puedo juzgar de la misma manera ya que esta vez apenas he estado tiempo, me da la impresión de que Calcuta se ha convertido en un destino para grandes grupos de jóvenes, casi todos españoles, más pendientes de que ropa podían comprar que de la situación que les rodeaba.
Al día siguiente fuimos a I.I.M.C. Habíamos vuelto a Calcuta para ver que tal iba la ONG, como había evolucionado el proyecto que se está subvencionando desde España y hacer fotografías para las nuevas presentaciones.
La verdad es que Sujit, el director, enseguida nos procuró todas las facilidades que necesitábamos y montamos el viaje a Dhaki, en el delta del Ganges.
Yo venía con muchas ganas de hacer fotos y sobretodo retratos de la gente. El primer día ya había hecho tantos retratos que ya hubiera tenido suficiente. Y es que Calcuta de por sí es una ciudad que fuera de sudder street no te trata como a un turista al que sacarle la pasta, pero esto es aun mejor cuando sales de la ciudad. En la zona rural en la que estábamos el primer día todo eran sonrisas y miradas curiosas. Y todo el mundo quería que le hiciera una foto. Era el mundo al revés, tuve que decir que no a mucha gente.
El segundo día fue todavía mejor, nos alejamos mucho más de Calcuta a una zona en la que IIMC había montado una clínica, un cole y un banco de microcréditos para las mujeres
El tercer día salíamos de viaje en el bus-ambulancia de la ONG hacia Dakhi a 4 horas de camino. Aquí es difícil no sentirse especial, Dhaki es un pueblo muy pequeño en el que todo el contacto con occidente que tienen son los voluntarios que acuden a ayudar. De modo que es muy fácil que sobretodo en los niños seas de los primeros occidentales que ven. Así que son todo miradas llenas de curiosidad. Hasta te hacían pasillito para entrar. Aquí también tuve una buena dosis de fotos.

Nos quedamos a dormir en el indoor. Estuvo muy bien porque hicimos vida con sus trabajadores. Yo estuve jugando un partidito de fútbol descalzo en el fango con los responsables del programa de microcréditos.
Al día siguiente fuimos a visitar otras dos escuelas en el recién adquirido barco-ambulancia de la ONG. La verdad es que hay que conocer muy bien estas aguas para no quedar varado en los múltiples bancos de arena del delta. El paisaje lo componían pequeñas islas verdes llenas de casitas cónicas de paja y adobe llenas de niños que salían corriendo hacia el barco a saludar y curiosear.
Al final llegamos a otra de las escuelas en la que dormiríamos. Lo que me gusto de aquí fue el entorno totalmente rural. De hecho la escuela está en medio de campos de arroz. No hay electricidad ni agua corriente. A las 6 nos quedamos totalmente a oscuras mirando las estrellas mientras un profesor y el cocinero y guarda nos cantaban unas canciones tradicionales acompañadas del sonido de la tabla.
No todo fue tan idílico, también nos picaron muchos mosquitos. Además este es el lugar al que vienen todas las semanas los voluntarios de visitas. Todo el trabajo que se está haciendo allí es magnífico y la escuela funciona a la perfección pero los niños resultaban cargantes. Quizás sea porque son solo niños pero me recordaron a todos los tima-turistas.
La semana se paso volando. Ahora ya estamos en Bombay tras 36 horas de tren y ya mañana volamos hacia España.
Aun nos queda la última aventurilla del viaje. Nos han cogido para salir de extras en una película de Bollywood y encima nos pagan. Así que mañana nos espera un largo día de rodaje en los estudios y ya de ahí iremos directamente al aeropuerto.
El día 13 por la tarde ya estaremos en Valencia.

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